Cada año, más de 17 millones de personas de todo el mundo y en torno a 120.000 españoles padecen un ictus o accidente cerebrovascular, episodio que ya sea por una disminución u obstrucción del flujo sanguíneo en el cerebro –ictus isquémico –o por una hemorragia tras la rotura de un vaso sanguíneo cerebral –ictus hemorrágico–, constituye una de las primeras causas de mortalidad y discapacidad en todo el planeta. No en vano, cerca de un 30% de las personas que sufren un ictus fallece a consecuencia del mismo y hasta un 40% adquiere una discapacidad grave, caso de la paralización de un lado del cuerpo –hemiplejia–, que entre otras consecuencias imposibilita la utilización de una de las manos. Y en este contexto, un estudio dirigido por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Case Western Reserve en Cleveland (EE.UU.) constata la eficacia de un nuevo dispositivo de estimulación eléctrica controlada a la hora de recuperar, cuando menos parcialmente, la movilidad y destreza manual perdidas tras un ictus. Un dispositivo que, además y para comodidad del paciente, puede ser empleado en el propio domicilio.
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